Leí el drama antes de ir al teatro Británico (2011, primer semestre). Siempre escuché decir que en sus obras no sucede nada, y es cierto en tanto no hay guerra, asesinatos, misterios, sino algo más íntimo, individual; esto es, la desazón frente a la vida, un aburrimiento existencial. Los personajes principales van cambiando, pero no dramáticamente, sino más bien de manera sutil, como Andrei y Natalia.
Las conversaciones, cuando están por profundizar el tema, súbitamente son cambiadas de tema o tono, para ser retomadas desde otra perspectiva después, y nuevamente, cuando están por acercarse a una conclusión, vuelven a cambiar de tema o tono.
MASCHA.- En una ciudad como ésta poseer tres idiomas es un lujo inútil..., ¡ni siquiera es un lujo! ¡Un aditamento sobrante! ¡Tenemos muchos conocimientos supérfluos!
VERSCHININ.- ¡Vamos!..., ¿de manera que tienen ustedes muchos conocimientos supérfluos. […]. Poco a poco en el curso de la vida se verán ustedes obligados a ceder, a perderse en la muchedumbre de esas cien mil personas. Es probable que la vida les ahogue, pero su existencia no habrá pasado sin dejar rastro. Después de ustedes, iguales a ustedes..., habrá primero seis, luego doce, y así sucesivamente hasta que sea la gente como ustedes la que forme la mayoría […].
MASCHA (Quitándose el sombrero).- Me quedo a almorzar.
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CHEJOV, Anton. Las tres hermanas, El jardínn de los cerezos, Tío Vania. Editorial Bruguera s.A., Barcelona, 1971.