20 noviembre 2021

El diablo manda. La vida de sir Richard Burton

Me enteré de su existencia a través de Jorge Luis Borges (Historia de la eternidad, 1936):

"En Trieste, en 1872, en un palacio con estatuas húmedas y obras de salubridad deficientes, un caballero con la cara historiada por una cicatriz africana —el capitán Richard Francis Burton, cónsul inglés— emprendió una famosa traducción del Quitab alif laila ua laila, libro que también los rumies llaman de las 1001 Noches."

Me remito a la sinopsis contenida en el libro Fawn M. Brodie:

"Sir Richard Francis Burton podía pasar por auténtico hombre renacentista: soldado, explorador, etnólogo, arqueólogo, poeta, traductor y uno de los primeros lingüistas de su tiempo. Como aficionado destacó en el campo de la física, la botánica y la geología, además de ser un soberbio espadachín y extraordinario narrador. Con riesgo de su vida visitó la Meca y Medina, ciudades sagradas del Islam, fue el primer europeo que exploró la ciudad prohibida de Harar, en Somalia, y buscó las Fuentes del Nilo Blanco, descubriendo el Lago Tanganika. Pero lo que realmente apasionaba a Burton no eran los hallazgos geográficos, sino el insondable fondo del género humano. Su increíble erudición sobre las costumbres sexuales de África y Oriente -condenadas por el puritanismo de su época- finalmente encontraron su máxima expresión en las notas y comentarios de su célebre traducción de Las mil y una noches. Para esta extraordinario biografía de uno de los más desconcertantes héroes de todos los tiempos, Fawn M. Brodie se ha basado directamente en fuentes originales y en una colección de cartas y documentos hasta ahora inéditos".

Pero lo que la autora logra captar mejor es a un ser atrapado dentro de sí mismo y su sociedad, pugnando por salir de ella, a veces de manera fiera, como pantera enjaulada, dispuesta a devorar el mundo, incluso si ello lo conduce a perecer, tanto física como socialmente.

Con pulso preciso, logra construir una figura intimidante, como si encarnara la maldad, pero que, muy lejos de ello, es alguien moralmente firme, e incluso tierno con sus compañeros cuando se trata de sacrificios en medio de  las adversidades de sus expediciones (y siempre justo con sus colaboradores).

Las anécdotas que precedían a Burton solo podían generar respeto (como el que le mostraron Mitre y Sarmiento) o suspicacia:

Mientras Isabel consideraba que su vida era “salvaje, romántica y solemne", el valí turco tan sólo veía espionaje e intriga. La noticia de que Burton había despedido a todos los hombres a su servicio que aceptaban sobornos tan sólo sirvió para inquietarle aún más. (Cap. 22)

Europa, África, Asia y América del Sur (incluso estuvo en Lima) lo conocieron. Dicen que pre-figura a Lawrence de Arabia (ya siendo deseos de leer esta biografía) y es imposible no asociarlo a Hemingway y sus arranques etílicos. 

Su esposa lo adoraba y ese sentimiento la llevó a incinerar piadosamente sus diarios y escritos inéditos. Incluso en vida de Burton logró incluir algún prefacio para marcar distancia del anti-clericalismo de su esposo, para diversión de los críticos.

¿Habrá alguna película sobre la vida de este aventurero que, en palabra de Borges, soñó en diecisiete idiomas y dominó treinta y cinco (semitas, dravidios, indoeuropeos, etiópicos)?

No se cómo, pero Burton terminó incluido en una línea de mi tesis de Maestría de Derecho.

Era un joven arrastrado por un ímpetu que pudo desbocar a cualquiera y que terminó generando admiración.

Nota 1: Me entero que Fawn M. Brodie también escribió la biografía de Thomas Jefferson. ¡Cómo me gustaría leerla!

Nota 2: Para quien esté interesado, recomiendo como introducción la amena "Sir Richard Burton, peregrino y sexólogo" de Juan Goytisolo, en Crónicas sarracinas (editorial Ruedo Ibérico).

Brodie, Fawn M. El diablo manda. La vida de sir Richard Burton. España, Ediciones Almed, 2015, pp. 490. (terminado de leer en noviembre 2021).

06 noviembre 2021

La montaña mágica

Debió ser en el verano de 1984 cuando la lectura consecutiva de tres novelas me arrastraron para siempre al torbellino apasionado de la literatura. Tenía dieciocho años. Hasta ese entonces la Historia ocupaba su lugar. Antes había leído algo de ficción, muy poco y nada relevante. Recuerdo El don ha muerto y el resumen de El padrino. Más serio, me había atrapado A sangre fría (cuando no sabía quién era Truman Capote ni qué era la literatura no ficción), derrotado El hombre de la esquina rosada (que solo disfruté quince o veinte años después) y arrobado por un un cuento de Bryce Echenique.

Una de las tres novelas que compusieron el cocktail de aquel verano, 1984, fue precisamente La montaña mágica. Seguramente la leí en la traducción de Mario Verdaguer y que ahora me he dispuesto a re-leer en la traducción de Isabel García Adánez.

"Tal vez también yo debería razonar un poco más y no aceptar las cosas tal como se presentan; [Settembrini] tiene toda la razón. Aunque a veces se empieza juzgando, censurando e indignándose y luego pasa algo que no tiene nada que ver con el juicio racional y adiós a la rectitud moral, adiós a la república y al bello estilo, que de pronto se antojan cosas sin interés". (p. 224)

Las descripciones de Mann se dibujan fácilmente en nuestra imaginación:

“Al llegar ahí, Settembrini guardó silencio. Con esta tesis cerraba su discurso de un modo rotundo. Era un asunto muy serio para él; no lo había expuesto sólo para distraer a Hans Castorp y no había querido darle opción a replicar, sino que, al terminar su argumentación, había hecho la inflexión de la voz propia del punto final. Permaneció sentado, con la boca cerrada y las manos entrelazadas en el regazo, con una pierna cruzada sobre la otra y la mirada fija en el pie que quedaba en el aire y que se balanceaba muy ligeramente.

Hans Castorp, pues, también guardó silencio. Apoyado en su almohada, volvió la cabeza hacia la pared y empezó a tamborilear con los dedos sobre el edredón. Tenía la impresión de que acababan de echarle un sermón, de llamarle al orden, incluso de reñirle; y su mutismo encerraba buena parte de obstinación infantil. El silencio duró bastante tiempo.

 Por fin, Settembrini alzó la cabeza y dijo, sonriendo:

 —¿No se acuerda, ingeniero, de que ya una vez entablamos una discusión semejante, por no decir la misma? Estábamos charlando […]”. (p. 256)

Otro ejemplo, también con Settembrini, lo apreciamos en la página 486.

A partir de la mitad del libro; esto es, capítulo VI -Un nuevo personaje-, aparece Naphta.

Precisamente, Naphta nos dice que "Es verdadero lo que es beneficioso para el hombre" (capítulo VI, sub Del reino de Dios y de la salvación, p. 510) y desarrolla la idea principal del utilitarismo.

En relación al comunismo, Naptha dice que "El proletariado ha hecho suya la doctrina de San Gregorio Magno, en él se ha renovado su fervor religioso y, como también dijera el santo, no podrá apartar sus manos de la sangre. Su misión es instituir el terror en aras del bien del mundo y de alcanzar la salvación última: la vida en Dios sin Estado ni clases sociales" (p. 517).

Imposible no pensar en La muerte en Venecia (1912) cuando Wehsal pregunta: "«¿Qué opinan los señores de una declaración de amor sin ninguna esperanza?»" (capítulo VI, sub Asalto rechazado, p. 548) y luego lo desarrolla.

Mann se extiende en muchos temas, unos más interesantes que otros. Uno de los más favorecidos es la francmasonería (capítulo VI, sub Como un soldado y como un valiente). Inicia en p. 657 en la conversación con Hans Castorp con Naphta, que en la p. 664 continúa con Settembrini. Estas conversaciones por separado con los mentores se reanudan a partir del regreso del primo Joachim (p. 670).

"Procure recordar que la tolerancia se convierte en un crimen cuando se tiene tolerancia con el mal" (p. 667), dice Settembrini.


Algunas obras:

1912    La muerte en Venecia
1924    La montaña mágica

Mann, Thomas. La montaña mágica. Buenos Aires, Edhasa, 2005 (primera edición, traducido por Isabel García Adánez), 936 p.