02 febrero 2013

Ruido


Festival Saliendo de la Caja 2013 
Jefe de proyecto: Diana Cueva
Una mujer que se queda fuera de su casa luego del toque de queda, es recibida en la casa de sus vecinos, la familia de los “Agustines”. Allí, ella descubrirá que esta familia parece no estar consciente de lo que pasa en la ciudad y que consideran que todo lo que sucede afuera es un simple “ruido”. Esa noche la mujer también se enterará que su esposo la ha abandonado y tendrá que sobrellevar ese momento junto esta peculiar familia. Será una noche de revelaciones, discusiones y algunas canciones.
La obra se desarrolla en Lima de los 80s, durante el primer gobierno de Alan García, donde la escasez, los apagones y los coche-bombas sirven de contexto a esta ácida comedia.
Elenco: Yolanda Rojas, Firelei Barreda, Micky Moreno, Nataly Zegarra
Dirección: Diana Cueva
Dramaturgia: Mariana de Althaus


El último miércoles de enero asistí con mi hija de dieciséis años y no solo le encantó la obra, igual que a mí, sino que salió con varias preguntas sobre los ochenta que inevitablemente nos llevó hablar de otras época en Perú y América Latina. Recordé a una buena amiga argentina de clase acomodada que me dijo no haber tenido conocimiento de la violación de derechos humanos durante la dictadura del general Videla, sino hasta después, con le llegada de la democracia. Cómo, le pregunté, si hasta Johan Cruyff, ubicado allá en la lejana Europa, se negó a participar en el Mundial 1978 por esa causa.

La autora, pues, ha desarrollado una obra universal. El hecho que esté situada en Perú, en la década del 80 del siglo pasado y con personajes de clase media no la circunscribe a esos elementos. Ruido puede ser vista en cualquier país y ser fácilmente reconocido como propio.

A mi pareció un texto sumamente estimulante. Nuestra sociedad desea combatir ese movimiento terrorista que se oculta tras una fachada inocente para seducir jóvenes idealistas, pero no sabe cómo contrarrestarlo, y creo que seguimos paralizados mientras colegios, principalmente en provincias, y universidades, van cayendo, lenta e inexorablemente, bajo su influjo.

Pues buen, aquí autora y jóvenes estudiantes de la PUCP nos han colocado en vereda. 

Esta puesta en escena no nos presenta una historia maniquea de buenos y malos. Al contrario, la presencia terrorista es apenas una mención lejana, pero omnipresente. Más ensordecedor es el ruido de una alarma de carro que el de las bombas. Los militares, nuestros guardianes, nos generan temor. El concepto y los beneficios de la democracia no son suficientes para impedor que una niña nos diga que cuando suene una bomba te arrojes al suelo y juntes las manos para rogar que el presidente se muera (recuerdo en contraposición a Mario Vargas Llosa cuando, en la convocatoria contra la estatización de la banca, rechazó los gritos de "Y va caer, y va caer"). La escasez de alimentos, los apagones, el contrabando de licores (símbolo de la corrupción) no son palabras, sino hechos que se dan frente a nuestros ojos.

Si por mí fuera esta obra sería permanente e itinerante, al final del cual habría siempre un debate. Uno de los objetivos de terrorismo es lograr que las fuerzas legales les respondan con igual desmesura para que termine arrasando a los propios ciudadanos. Por su parte, militares,y policías, al exponer sus vidas y el futuro de sus familias, son empujados a cruzar la línea de la paranoia. De ahí viene el temor de los ciudadanos de atravesarse en el camino de sus protectores. La sociedad va perdiendo la razón y el sentido del estado de derecho. La democracia tampoco es una panacea (y la autora lo deja bien sentado),,pero nos da la oportunidad de enmendar los errores, sino en el camino por lo menos al cabo de cinco años, lo que jamás sucederá con una dictadura.

Con lucidez, humor  y mucha sutileza De Althaus nos muestra la vida acorralada a la que nos exponemos si permitimos que estos hechos vuelvan ocurrir, y ciertamente nuestra parálisis como sociedad no nos está ayudando mucho a evitarlo.

Mi impresión es que la autora ha estado muy cerca de alcanzar las alturas de La Peste de Albert Camus, pero, tal vez por eso, sea tan estimulante.

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