En La Nación
(Argentina), 22.02.2013
Mario Vargas Llosa y Julian Barnes: una lección de literatura
Se
encontraron en Cartagena de Indias, reunidos por el Hay Festival, para hablar
de su pasión compartida por Flaubert, pero también del éxito y el fracaso, del
amor y la muerte
Marianne
Ponsford: -Comencemos esta conversación con una cita que es una
parodia de un libelo anónimo: "He venido poco a poco llegando a la certeza
de que no ha sido una de las menores desgracias, entre las que a la cultura de
Europa han podido afectar, el hecho de que un país tan poblado como Francia
haya caído, desde un punto de vista geográfico, casi exactamente en su centro,
ocupando además tan gran espacio, impidiendo con ello la libre circulación de
ideas entre Alemania, Inglaterra, Italia y España". ¿Quién quiere empezar
a contestar esta cita?
Julian
Barnes: -La idea de que los franceses no han generado ideas es un
absurdo. Yo sí que vengo del país que no produce ideas. Inglaterra ha sido
conocido históricamente como la tierra sin música, pero deberíamos ser
conocidos como la tierra sin ideas, porque nosotros respondemos a las ideas de
otra gente, y de ahí vienen nuestras ideas. Y durante muchos años, los
británicos se definieron a sí mismos por oposición a los franceses. Así que los
franceses tenían ideas y nosotros respondíamos que sus ideas eran malas. Pero
este año se cumplen trescientos años del nacimiento de Diderot, uno de los
grandes pensadores del Iluminismo, y con sólo pensar en lo que produjeron los
franceses durante el siglo XVIII y de sus consecuencias en toda Europa, me
parece que está todo dicho.
Mario
Vargas Llosa: -Estoy completamente de
acuerdo. Si uno piensa en América Latina, solamente, la influencia cultural
francesa ha sido enorme. A partir del siglo XVII, América Latina ha vivido de
las ideas francesas en el campo político, en el filosófico y en el literario.
Incluso influencias procedentes de otros países europeos llegaban a América
Latina filtradas por la cultura francesa. También es cierto que esa enorme
productividad intelectual que caracterizó a Francia en los siglos XVIII y XIX,
y parte del siglo XX, en la actualidad ha declinado considerablemente y hoy, en
el campo literario, por ejemplo, la influencia francesa se ha reducido a su
mínima expresión. Al extremo de que me atrevería a decir, exagerando un poco,
como hacemos los latinoamericanos, que Julian Barnes y yo somos los últimos
afrancesados entre los escritores de nuestra generación.
Ponsford: -Flaubert habla mucho sobre la
vida. Ésta es una cita de una de sus cartas: "La vida es algo tan odioso
que sólo se puede soportar evitándola, y se la evita viviendo en el arte, en la
búsqueda incesante de la verdad expresada por medio de la belleza".
Barnes: -Me llevó mucho tiempo darme
cuenta de que muchas cosas Flaubert las decía en el fragor de una carta que
escribía a las tres de la madrugada, después de terminar de trabajar, y suelen
ser expresiones de idealismo o de exasperación, o ambos. Por ejemplo, yo creo
queMadame Bovary es
"la" gran novela realista, que llevó el realismo del que Balzac fue
pionero al punto de la perfección. Después leemos las cartas de Flaubert y
vemos que dice que fue porque odiaba el realismo que escribió Madame Bovary . Dice que lo escribió
exclusivamente en pos de alcanzar la belleza. Bueno, hizo las dos cosas. Era un
escritor realista, pero también estaba cambiando el modo en que la novela era
considerada. Él siempre me pareció el primer novelista profesional. Con esto no
quiero decir que haya sido el primero que cobró por escribir, sino el primero
que se tomó esa forma de arte como la cosa más importante que hacer en su vida.
Hasta entonces los novelistas franceses eran amateurs . Amateurs muy competentes, o periodistas que
también escribían ficción, como Choderlos de Laclos, que escribió Las relaciones peligrosas , esa pieza de genialidad, y no
escribió nada más que recordemos. El ideal de vida de Flaubert era el ideal del
trabajo, de dedicarse a hacer de la novela una forma tan perfecta, tan adulta y
tan seria como lo había sido la poesía. Él decía que "una línea de prosa
puede y debe ser tan perfecta e invariable como un verso de un poema". Y
eso tuvo un efecto tan profundo que, cincuenta o sesenta años más tarde, cuando
Ezra Pound llega a Londres para sacudir la poesía, revierte la frase y dice que
la poesía debía estar tan bien escrita como la prosa.
Vargas
Llosa: -Es una cita de una enorme ferocidad, a lo que Flaubert
era muy propenso cuando escribía cartas, cuando hablaba con amigos; exageraba
de una manera casi histérica su disgusto del mundo, de la gente, de la época,
del medio en que vivía. Pero creo que en el fondo había una verdad. Era un
hombre profundamente pesimista. De alguna manera la enfermedad lo había
aislado, lo había empujado a tener una vida muy solitaria, y él había
encontrado en la literatura, en el arte, en la búsqueda de la belleza a través
de la palabra, un mundo aparte, en el que vivió mucho más sumergido que en el
otro mundo, al que hacía salidas generalmente algo extravagantes, extremas.
Tenía odios, que además eran muy estimulantes desde el punto de vista
literario. El odio al burgués. El burgués aparece en sus cartas como un
personaje despreciable, por sus lugares comunes, por su visión mezquina,
estrecha; y en cambio, la idiotez le producía una enorme fascinación. Uno de
los personajes más maravillosos creados por Flaubert es Monsieur Homais.
Homais, el idiota, vanidoso, seguro de sí mismo, que abre la boca y todos los
lugares comunes de su tiempo salen en lo que dice. Flaubert era un hombre
disgustado con el mundo, pero digamos que su visión no era tan negra cuando
dedicó tanto amor, tanta pasión a la literatura. Fue un caso extraordinario de
inmolación de una vida para producir el arte, la belleza. Y lo consiguió, a
través de perseverancia, de esfuerzo, de disciplina, de terquedad. Creo que ése
es el gran ejemplo de Flaubert para todos los escritores, sin importar qué
orientación tengan.
Barnes: -Me gustaría volver a Homais,
el fascinante personaje del boticario de Yonville, donde vive Madame Bovary.
Homais es cierto tipo de idiota, es el hombre que representa el progreso y el
modernismo, el que dice que hay que marchar al ritmo de los tiempos, y le gusta
pensarse como un voltaireano, y siempre está en disputa con la Iglesia. Homais
es el único personaje del libro que tiene éxito. Madame Bovary es una novela que se trata de
muchas cosas, pero cuanto más la releo más me sigue pareciendo que es una
novela sobre el fracaso. Todo fracasa: los sueños románticos de Emma, la
carrera profesional de Charles como médico, que intenta operar a Hippolyte de
su pie contrahecho y le sale muy mal. El único que logra emerger de esa marea
de fracaso es Homais, y las últimas palabras de la novela son referidas a
Homais, de quien se nos dice que "acaba de ser condecorado con la Cruz de
Honor". Creo que eso refleja la visión que tenía Flaubert de la sociedad
francesa en ese momento: materialista, egoísta y con una especie de falso
racionalismo, y eso es lo que Homais representa.
Ponsford: -Me gustaría preguntarle a sir Julian Barnes en qué ha cambiado su
apreciación de Flaubert en los últimos veinte años, cuando ustedes dos
mantuvieron esta misma conversación sobre Flaubert en el marco del Hay
Festival.
Barnes:
- La respuesta tiene dos partes: lo que ha cambiado en
Flaubert y lo que ha cambiado en mí. Es muy sorprendente que, aunque Flaubert
lleva muerto ciento treinta y tres años, sigue cambiando, ya que el corpus de
su obra sigue creciendo. En los últimos veinte años, la magnífica edición
francesa de La Pléiade de la Correspondance ha terminado de ser publicada y
entonces ahora podemos leer prácticamente todas las cartas de Flaubert que son
de dominio público. Y es en la Correspondance donde uno descubre al Flaubert ser
humano, y debe ser leída a la par de sus novelas, ya que es una obra de arte en
sí misma. Hay otras cosas que fueron publicadas por La Pléiade por primera vez
en formato completo, como las Ouvres
de jeunesse , con todo lo
publicado antes de Madame Bovary que siempre había aparecido en
tiradas pequeñas y en lugares diversos, y La Pléiade lo reunió todo en un
volumen gordo de "juvenilias", que contiene más palabras que todas
las obras que Flaubert publicó en el transcurso de su vida. Es extraordinario,
y demuestra que si Flaubert hubiese muerto en 1850 o 1851, o sea antes de
empezar a escribir Madame
Bovary y sólo nos hubiese
dejado esas obras, nadie diría "nos perdimos un genio". Otra cosa que
ha cambiado con Flaubert es la aparición de nuevas traducciones. No sé si
ocurre lo mismo en el mundo hispanohablante, pero continuamente hay nuevas
traducciones de la obra de Flaubert, y algunas implican una mejora y otras no.
Hace poco se publicó una muy buena traducción deBouvard y Pécuchet . En cuanto a mí, sigo leyéndolo.
Y leo los libros de manera diferente. La mayoría de las veces vuelvo a Madame Bovary y sigo encontrando en su
perfección diamantina cosas nuevas que hasta entonces no había notado, y eso es
maravilloso cuando pasa con un libro que uno ama. Bouvard y Pécuchet es una novela que he aprendido a
apreciar recientemente, porque he comenzado a entenderla recién ahora. Creo que Bouvard y Pécuchet no es un libro para leer en la
juventud. En cuanto a La
educación sentimental ,
siento que debería releerla, porque la última vez que la leí sentí que le
sobraban cien páginas, algo que ni siquiera puedo justificar, pero bueno, ésa
fue mi sensación. Mientras que Salambó siempre ocupa el mismo lugar, no
se mueve, es un vasto y brillante fresco histórico, pero de alguna manera no
logra conmoverme. Es simplemente una sorprendente demostración de arte. Así que
en parte él cambió, y en parte el que cambió fui yo.
Vargas
Llosa: -Yo sigo releyendo a veces fragmentos de Flaubert, y es un
escritor que nunca me ha decepcionado y siempre me ha conmovido. Incluso releer
episodios que tengo muy presentes, algunos por su inteligencia, su destreza
literaria. Me fascina por ejemplo el episodio de la feria agrícola, en Madame Bovary , en el que hay tres planos
superpuestos que se van entreverando, y que al mismo tiempo el lector distingue
con enorme facilidad: lo que está ocurriendo en el acto oficial, con unos
discursos llenos de frases hechas, de falta total de vitalidad; el diálogo
romántico que tiene Emma Bovary con un noble de la región, en un balcón; y las
frases que van diciendo los campesinos, que están allí asistiendo, que ni
entienden de los discursos y nada saben del diálogo. Al final, es un episodio
que da una totalidad de la escena que hace sentir al lector que está realmente
inmerso allí y con una visión casi divina, porque tiene el conjunto y al mismo
tiempo el detalle. Es un episodio de una enorme maestría técnica. Y después, el
episodio que releo siempre, sobre todo cuando tengo depresión o tristeza: el
suicidio de Madame Bovary. Por una extraña razón que seguramente un
psicoanalista podría explicarme... bueno, tengo un yerno que es psicoanalista,
tal vez un día podría explicármelo: ¿por qué un episodio que es de una tristeza
tan atroz, como lo es el del suicidio de Madame Bovary, cuando ella se traga el
arsénico y hay esa descripción verdaderamente estremecedora de lo que sucede
con la cara, la lengua, la boca de Madame Bovary, es un episodio que a mí me
saca de la tristeza, me saca de la desmoralización y me produce una especie de
reconciliación con la vida...No estoy bromeando, es verdad. En períodos de
enorme depresión en mi vida, he ido a leer el episodio del suicidio de Madame
Bovary, y es tanta la perfección, la maestría, la belleza con que está descrito
ese horror que siento como una inyección de entusiasmo y una justificación de
la vida. Siendo así, la vida vale la pena ser vivida, aunque sea para leer la
maestría semejante a la que hay en esas páginas de extraordinaria lucidez,
inteligencia, destreza, intuición, con que ha podido redondear un episodio que,
contado en seco, produce un rechazo, un disgusto, un desagrado de la vida. Yo
le quería preguntar a Julian si ese episodio le produce ese tipo de reacciones
emotivas.
Barnes: -Bueno... no lo releo cuando
estoy deprimido...(risas). Pero supongo que simplemente soy un ser humano más
sencillo y menos perverso que tú. Supongo que cuando estoy deprimido recurro
más a la música que a la literatura. Pero, volviendo al modo en que Flaubert y
la apreciación de Flaubert han cambiado, cuando supe que iba a compartir esta
mesa contigo, me puse a pensar que cuando tú y yo lo leímos por primera vez,
Flaubert estaba bastante fuera de moda. Era una especie de víctima de la
"corrección política" de la izquierda, porque decía cosas muy duras
sobre la Comuna, porque era un rentista que no vivía de su escritura sino del
dinero y las propiedades de su familia, y se lo consideraba un burgués, cuando
de hecho es completamente antiburgués. Se lo consideraba políticamente
incorrecto. Se lo leía en las escuelas y después se lo olvidaba...
Vargas
Llosa: -Disculpa que te interrumpa, pero recuerdo la frase atroz
de Sartre contra Flaubert diciendo: "Yo hago responsable a Flaubert de los
crímenes que se cometieron contra los comuneros, por no haber escrito una
palabra para condenarlos", que refleja muy bien ese rechazo que la
izquierda llegó a tener en un momento contra Flaubert.
Barnes:
- Sí, era un rechazo político y también estético. No sé si
has leído todo su libro sobre Flaubert, El
idiota de la familia -yo debo
de haber leído sólo un tercio-, una especie de obra gigantesca que siempre me
pareció destinada a enterrar a Flaubert. Se propone como una versión definitiva
de todo lo que podemos saber sobre Flaubert, y en él Sartre hace encajar todo
dentro de una grilla freudiana y a la vez marxista. Es un libro impenetrable.
Sartre podía escribir muy bien, y también podía escribir increíblemente mal. Y
es como si Sartre dijera: "Voy a erigir este enorme monumento a Flaubert,
que será tan grande y tan sartreano que todo el mundo se va a olvidar quién
está enterrado debajo". Pero fracasó.
Vargas
Llosa : -Fue un fracaso total, porque se suponía que ese libro
iba a llegar a explicar Madame Bovary en
un cuarto volumen que nunca escribió -típico de Sartre, siempre inició
tetralogías de las que sólo escribió los tres primeros volúmenes y nunca
terminó-, y el libro de Sartre sobre Flaubert, tres enormes volúmenes, termina
cuando Flaubert todavía no empezó a escribir Madame
Bovary . Entonces es un libro
frustrado, nonato, y de una gran injusticia contra Flaubert. Y es confuso,
porque a medida que va avanzando en el análisis, va reconociendo la grandeza de
Flaubert y admitiendo que es sin ninguna duda el primer novelista moderno, en
el sentido de que con Flaubert nace un cierto modelo de novela que sigue
todavía vigente. Creo que es difícil negarle a Flaubert esa primacía. Hay
grandes escritores en el siglo XIX, extraordinarios novelistas, pero ninguno ha
sido tan enriquecedor de la novela que se escribe después como Flaubert con sus
grandes enseñanzas: la idea de la impersonalidad del narrador, la idea de que
la novela puede ser un género tan precioso, tan bello, tan estético como la
poesía, algo que nadie creía antes de Flaubert. La novela siempre había sido
considerada un género plebeyo, menor, un género para el gran público, sin el
valor estético de la poesía o del teatro. Es interesante el caso de Balzac, que
quiso ser precisamente un autor de teatro, un autor de grandes tragedias, de
grandes obras líricas, porque ésos eran los géneros que traían prestigio, y
como fracasó se "resignó" a ser novelista. Con Flaubert ya nadie se
"resigna" a ser novelista; la novela adquiere en el campo de la
cultura y en el campo de las artes una dignidad que antes no tenía, y es una
dignidad estética, conseguida fundamentalmente a partir de Madame Bovary.
Ponsford: -Sin embargo, me gustaría
citar a Borges, cuando dice que "las negligencias o desdenes o libertades
de Flaubert han desconcertado a los críticos; yo creo ver en ellas un símbolo:
el hombre que con Madame
Bovary forjó la novela
realista, fue también el primero en romperla".
Vargas
Llosa: - No creo que eso sea verdad. El realismo de Flaubert está
en Madame Bovary , está en La educación sentimental , está en los Tres cuentos . Es verdad que escribió La tentación de san Antonio , que no es un libro realista, es
una novela barroca, impresionista diríamos. PeroSalambó es una novela realista, con todo
su decorado romántico. Lo que pasa es que el realismo de Flaubert no es el
realismo naturalista, es un realismo mucho más ambicioso, mucho más sutil, en
el que entran ingredientes que generalmente en la novela naturalista no
aparecen. Hay una dimensión onírica, por ejemplo, que está muy presente en
Flaubert. En Madame Bovary hay unos sueños que tienen un
valor simbólico muy importante en el desarrollo de la historia, de la
personalidad de la propia Emma Bovary. Pero creo que los grandes aportes de
Flaubert a la novela tienen que ver con el realismo. Aunque algún novelista
había practicado antes la idea de Flaubert, no sabía lo que estaba haciendo, y
el primero que es lúcido y que teoriza al respecto es Flaubert. Afirma la idea
de que para que una ficción sea más convincente ante el lector debe parecer
autosuficiente; el que cuenta la historia es alguien que, dice, debe ser como
Dios, estar en todas partes y no ser visible en ninguna. Bueno, él crea toda
una técnica para la invisibilidad del narrador y eso entroniza una manera de
leer la novela que es la modernidad en la novela. Por eso es que cuando
nosotros leemos incluso a escritores del siglo XIX anteriores a Flaubert,
tenemos que hacer una acomodación de nuestra propia sensibilidad para aceptar
unas reglas de juego, a la hora de contar, que son muy distintas de las que
comienzan con Flaubert y siguen hasta nuestros días.
Barnes: -Sí, concuerdo. Su inteligente
y sutil uso de la ironía y su uso del "estilo indirecto libre", que
Flaubert desarrolló hasta la perfección, no existía hasta ese momento. Creo que
nadie inventa realmente nada en novela, y que se trata de cosas que vuelven,
aunque vuelven mejoradas, mejor utilizadas. El estilo indirecto libre ya
existía, pero él lo llevó a la perfección. Lo que me gustaría agregar es que él
fue el novelista que impulsó la importancia absoluta de la forma en la novela.
Si comparamos lo que estaba haciendo Flaubert con lo que estaban haciendo los
novelistas ingleses de la época, Dickens, Thackeray, Trollope, George Eliot...
Ellos escribían las novelas en episodios, que aparecían en publicaciones en
serie, y escribían a medida que los publicaban, así que se trataba
esencialmente de brillantes episodios luego reunidos en una novela. Pienso que
muchos novelistas, previos a Flaubert y post Flaubert, tienen una idea muy laxa
de la forma. Creen que la forma es simplemente contar una historia y sostenerla
hasta que termina, y que con eso alcanza, pero que no es como escribir un
soneto o algo así. Pero vuelvo a Dickens, de pronto me acordé de algo maravilloso
que dijo Virginia Woolf sobre él. Dijo que cuando leemos a Dickens es como si
hubiera un fuego allí, alzando sus llamas, un fuego que por momentos amaina.
Así que lo que hace Dickens es crear de pronto un personaje nuevo, brillante y
completo, y entonces lo arroja al fuego y ese personaje hace que el fuego se
avive y se alcen las llamas y la novela despegue. Lo que está haciendo Dickens
es responder a una necesidad particular, que es la de haberse metido a escribir
en episodios semanales. Aunque Madame
Bovary fue publicada en la Revue de Paris en forma periódica, Flaubert ya la
tenía terminada desde antes, y nunca publicó nada hasta que estuviese
formalmente completo. Y a medida que más estudio y leo y escribo novelas, lo
que descubro es el modo de cohesionar todo que tiene la novela, una cohesión
que no se logra a menos que uno la haya planeado y terminado íntegramente. Un
ejemplo: en Madame Bovary hay un pequeño personaje llamado
Justin, el asistente del boticario Homais. La función de Justin en la novela es
permitir que Madame Bovary tenga acceso al arsénico. Es quien la lleva arriba,
donde el boticario guarda los venenos. Cuando uno lee la novela por primera o
segunda vez, ése es casi el único momento en que uno advierte la existencia de
Justin. Sin embargo, Justin está presente durante las tres cuartas partes del
libro, pero sólo con pinceladas mínimas. Aparece bastante temprano en la
novela, cuando Rodolphe, quien sería amante de Emma, trae a un campesino para
que lo sangren. Justin sostiene el cuenco, recoge la sangre, se desmaya, y
Madame Bovary le desabrocha la camisa. Más adelante, Justin es mencionado
cuando habla con la mucama de Madame Bovary, mientras ella está planchando la
ropa interior de Emma. Suele aparecer en el vano de las puertas, como
observador de lo que pasa, por ejemplo, cuando mira a Madame Bovary mientras se
cepilla el pelo sentada en su tocador. Y hay una especie de seducción paralela
de Justin, y una corrupción paralela, porque es tanto una novela sobre el
fracaso como sobre la corrupción. Cuando llegamos a la escena culminante, ella
convence a Justin, que está bajo su influjo, de que le traiga el arsénico, y
eso implica ir juntos al piso de arriba, algo que me parece muy simbólico: ahí
es donde está el veneno. Y vuelve a aparecer. Es la persona que vemos llorando
sobre la tumba de Emma. Cuando uno relee la novela, advierte de pronto esas
cosas, que son como las puntadas que van cosiendo la novela, algo que sólo se
puede hacer cuando se tiene un gran sentido arquitectónico, como ocurre con
esos grandes arquitectos que diseñan desde las paredes hasta los picaportes de
las puertas, y eso hacía Flaubert.
Vargas
Llosa: -Me gustaría tocar respecto a Flaubert otro aspecto, que
es el de la tentativa imposible. Yo creo que Bouvard
y Pécuchet es una tentativa
imposible, es decir, es una novela que se propone algo que es inalcanzable, y
por lo tanto es una novela que nace condenada al fracaso, pero que ha aspirado
a tanto y ha llegado tan lejos, que aunque no alcance ese objetivo, la obra es
extraordinaria. Hay una corriente en la literatura moderna que de alguna manera
está contenida en lo que fue el intento ése, enloquecido en última instancia,
de Flaubert, de escribir una novela en la que aparecieran sintetizados todos
los conocimientos de su tiempo e incluso la crítica a todos esos conocimientos
de su tiempo, en todas las disciplinas, ramas de la ciencia, etcétera. La
novela no podía materializar ese diseño, que era extraordinariamente ambicioso.
Pero ¿no es el caso por ejemplo de una novela como Finnegans Wake , de Joyce? Que dicho sea de paso
era un gran admirador de Flaubert, al igual que Proust, y al igual que Kafka.
Los tres grandes novelistas modernos, grandes admiradores de Flaubert los tres.
Joyce escribe, después del Ulises , obra maestra absoluta, una
novela que, en primer lugar, es casi imposible de leer, y en segundo lugar,
casi imposible de materializar. Hay una inconclusión que tiene que ver con la
naturaleza misma de ese género. En nuestra lengua tenemos casos que son muy
notables, como el de Paradiso , de Lezama Lima. Paradiso también es una tentativa
imposible, es un intento de capturar a través de la retórica un mundo completo
en su integridad. Por supuesto que ese mundo es absolutamente inabarcable.
Siempre ha habido en la literatura esa especie de tentación de ir más allá de
lo posible, pero creo que hasta Flaubert eso no se había materializado en una
verdadera obra maestra, inconclusa, frustrada, como es Bouvard y Pécuchet . Es una rama de la influencia de
Flaubert muy distinta de las técnicas del realismo que él creó con Madame Bovary , pero que de todas maneras abre
una vía que se mantiene hasta nuestros días.
Ponsford:
-Quisiera volver sobre Madame Bovary, que como personaje era una mujer frívola,
vana, irresponsable, voluble...
Vargas
Llosa : -¡No! ¡Protesto! ¡Mentira! ¡Calumnias!
Ponsford: -¿Por qué tiene tanto
magnetismo ese personaje?
Vargas
Llosa: -¡Calumnias infames de los críticos! ¡No es verdad!
Perdón, voy a hacer mi defensa de Madame Bovary. Era una muchachita que leía
novelas rosas, y creía que la vida era como la pintaban las novelas. Y su
tragedia fue que quiso convertir esa ficción en realidad. Como el Quijote, que
leía novelas de caballería y creía que la vida era como la pintaban las novelas
de caballería, y salió de su casa a convertir en realidad la ficción de las
novelas de caballería. Eso es lo que hace Madame Bovary. Ella quiere que la
vida sea pasiones extraordinarias que hacen vivir grandes aventuras, que la
vida sea el placer de la elegancia, del derroche, de la sensualidad; el placer
del exceso sentimental, de la pasión, y eso es lo que quiere materializar con
las cosas que hace. ¿Y qué encuentra a su alrededor? Mediocres, pobres diablos
incapaces de vivir a la altura de la sensibilidad, de la imaginación educada en
ella por la ficción. Ése es el maravilloso simbolismo de Madame Bovary. Es lo
que hace que Madame Bovary no sea una novelita realista, sino
una novela que expresa un elemento fundamental de la condición humana: la
incapacidad de nosotros, seres humanos, de aceptar la realidad tal como es, la
necesidad tan profunda de vivir de otra manera, de no tener esa única vida que
tenemos, que es por lo que leemos novelas, por lo que leemos ficciones. Y a lo
largo de la historia ha habido gentes como el Quijote, como Madame Bovary, que
han querido hacer realidad de la ficción. Y el mundo ha cambiado, el mundo ha
progresado. Hemos salido de las cavernas y hemos llegado a conquistar el
espacio y llegado a la luna, gracias a esos locos insensatos. Madame Bovary no
era frívola. Era una gran soñadora, una gran rebelde, era una mujer
extraordinaria y admirable.
Barnes : -Mario lleva enamorado de
Emma Bovary unos cuarenta o cincuenta años.
Vargas
Llosa : -Es cierto, absolutamente. La pura verdad.
Barnes: -Ya estaba enamorado cuando
hablamos de Emma hace unos veinte años, y sigue infatuado con ella...
Vargas
Llosa: - Sigo enamorado de Madame Bovary.
Barnes:
- ...y lo admiro. Yo también reacciono, aunque no de manera
tan personal, cuando los lectores critican a Madame Bovary diciendo que es una
persona muy banal. Ella es la única persona de la novela que intenta sustraerse
a sí misma de sus circunstancias. Es la única persona que actúa con osadía y
coraje en circunstancias difíciles para una mujer. Todos los hombres enMadame
Bovary son cobardes. Ella no
es cobarde, ni en el amor ni en el sexo, y los varones no están a la altura.
Hay otra reacción muy frecuente ante Madame Bovary. La gente dice: "No me
cae bien Madame Bovary". Y uno piensa: ¿Y eso qué tiene que ver? Piensen
en Hamlet, que nunca logra decidirse, ¿no es desesperante? O piensen en el rey
Lear, que estaba loco como un plumero. O sea, la gran literatura no está para
que sus personajes nos gusten o nos dejen de gustar. La literatura no es el talk show de Oprah. Pero me rindo ante tu
pasión por Madame Bovary: la respeto, la admiro, fantaseo con ella, pero puedes
quedártela en ese famoso carricoche.
Ponsford:
-Sir Julian, usted acaba
de decir que enMadame Bovary todos
los hombres son cobardes, y sin embargo en su novela,El loro de Flaubert,
el personaje principal, Geoffrey Braithwaite, es un eco de Charles Bovary.
Usted decidió construir el personaje principal de su novela a partir de uno de
esos cobardes.
Barnes: -No a partir de él, sino que
la acción ficcional de la novela refleja algunas de las acciones de Madame Bovary . Efectivamente, él es médico,
pero es un médico bastante exitoso, no es un médico fracasado como Charles
Bovary. Su esposa se suicida, pero en circunstancias distintas de las de Emma.
Pero usé ese telón de fondo como una plantilla para hacer que las dos historias
corrieran a la par.
Ponsford:
-Y ella también es adúltera.
Barnes: -Bueno, sí, pero hoy en día la
mayoría de las mujeres en las novelas son adúlteras. ¿Qué sería si no de
nosotros?
Vargas
Llosa: -Yo creo que el personaje de Monsieur Bovary es un poco
patético, pero es muy hermoso su final. Cuando Madame Bovary muere, él descubre
que ella ha tenido amantes; descubre que había una vida secreta de su mujer que
él desconocía por completo. Y eso no disminuye el amor que sentía por ella;
todo lo contrario, ese amor se acrecienta, y de pronto Monsieur Bovary, que era
el hombre más tímido y conformista, comienza a hacer las locuras de su esposa
muerta, comienza a gastar dinero en objetos, en ropa, comienza a imitar las extravagancias
de su mujer, y hay esa frase maravillosa en la novela, donde el narrador dice:
"Ella lo corrompía desde el otro lado de la tumba". Es una maravilla
porque, al final, el espíritu de Madame Bovary, luego de la muerte, se contagia
en Monsieur Bovary y lo transforma también en alguien un poco loco y soñador.
Barnes: -Sí, concuerdo en que las seis
páginas finales de la novela son soberbias, la perfección absoluta. Quien
quiera aprender a cerrar una novela debería leerlas una y otra vez. Y eso me
lleva nuevamente al uso que hace Flaubert de la forma y de la estructura, algo
que sólo descubrí en mi última relectura de la novela. Muy al principio de la
novela, en la página 2, hay una muy famosa descripción de la gorra de Charles
Bovary en la escuela. El niño nuevo llega a la escuela y todos los chicos
tienen cada cual su gorra, todas distintas. La de Charles es enorme y extraña.
Tiene elementos de gorro militar, aplicaciones de piel de conejo, rombos de
terciopelo. Es un objeto extraño, hecho en casa, y su descripción merece todo
un párrafo, y uno se entera de cómo es la gorra de Charles antes de saber cómo
es su carácter, su temperamento. La primera vez que lo leí pensé: "Éste es
un novelista primerizo alardeando de su capacidad para describir una gorra",
pero en mis lecturas posteriores descubrí que es mucho más que eso. Si quieren
leer la mejor explicación de la función que cumple esa gorra, hay un libro
llamado La orgía perpetua , que les recomiendo
absolutamente, que recupera una frase que está hacia el final de la
descripción, y que les voy a leer, porque quiero citarla exactamente, y que
dice: "Una de esas pobres cosas cuya muda fealdad tiene profundidades de
expresión como el rostro de un imbécil". Esta frase nos alerta, tal como
Mario lo explica brillantemente en su libro, de que las cosas en la novela no
tendrán el mismo estatus que en la novela tradicional. En la novela
tradicional, las cosas tienen su estatus y las personas tienen su estatus. En Madame Bovary , las cosas están potencialmente
tan vivas como los personajes, y potencialmente pueden decir tanto como los
personajes. De todos modos, uno después se olvida de esa gorra, no se la vuelve
a mencionar, no pasa más nada con la gorra, uno no piensa más en lo que lleva
puesto Charles Bovary, sus ropas son mencionadas en muy pocas oportunidades,
uno no piensa en su atuendo. Pero después, muy al final, como dijiste, Mario,
Madame Bovary lo corrompe desde la tumba, y Charles intenta convertirse en un
dandi, usa botas relucientes, corbata blanca, y se maquilla el bigote. Ésa es
una forma brillante y conmovedora de describir el efecto enloquecedor del
duelo, y también evoca ese objeto absurdo del principio del libro, que es como
un intento fallido de gorra escolar, y Charles al final es como un intento fallido
de dandi. Fracasó en su trabajo, en su matrimonio, y ni siquiera logra
convertirse con éxito en un dandi. Ésas son las cosas que uno empieza a notar,
tal vez, en la sexta relectura de la novela. Flaubert es tan bueno que cuesta
aceptarlo, es tan bueno que a veces nos da bronca.
Vargas
Llosa : -Creo que también valdría la pena mencionar otra escena
maravillosa de la novela, en la que hay una destreza narrativa soberbia, que es
la escena del carricoche. Es una de las escenas más eróticas de la literatura
francesa, en la que lo único que vemos es un coche tirado por caballos
recorriendo las calles de una ciudad, y lo que hace el narrador es describir
los movimientos de ese coche, y unas órdenes al cochero que vienen de dentro
del coche, que dicen: "¡No pare! ¡Siga!". Y adentro hay una pareja, y
nada está dicho, pero todo está sugerido, y con una eficacia narrativa que al
final no sólo sentimos sino también vemos realmente la escena de amor que está
ocurriendo en el interior del carricoche, entre Emma Bovary y el pasante de
notario Léon Dupuis. Es una página entera maravillosa, es una simple
descripción de un carricoche por las calles de la ciudad, y yo creo que el
lector queda totalmente turbado, profundamente conmovido, y seguramente en
muchos casos excitado, por una descripción erótica en la que no aparecen ni
siquiera los protagonistas de la escena que está teniendo lugar. Creo que es
una extraordinaria maestría, una manera realmente genial de, mediante un
silencio elocuente, hacer una descripción de un acto tan intenso como es el
acto del amor.
Barnes: -Recuerdo que a Mario ya lo
entusiasmaba mucho esa escena hace veinte años.
Vargas
Llosa: (risas) -Y me sigue entusiasmando mucho...
Barnes : -Y recuerdo haberle dicho en
ese entonces que yo? O sea: como Flaubert da toda la descripción de todos los
lugares por los que pasan, incluyendo el Cementerio Monumental de Ruán, donde
Flaubert sería enterrado, recuerdo haberme conseguido un mapa de Ruán y haber
tratado de dibujar sobre el mapa la ruta que recorrieron. En mi cabeza tenía la
fantasía de que el recorrido tendría la forma del miembro masculino erecto
(risas), o algo parecido, pero no fue así. Creo que en ese sentido, Flaubert se
quedó corto?
Ponsford:
-Una última pregunta. Como lector, uno siente que a los escritores les da mucho
placer castigar a ciertos personajes. ¿Piensan que Madame Bovary debía morir?
Vargas
Llosa: -En la novela era absolutamente inevitable que muriera.
Ella ha intentado vivir una irrealidad. Nadie la acompaña. La aventura que ella
propone está fuera del alcance de sus mediocres amantes, y desde luego la
mediocridad de su marido de entrada negaba toda posibilidad de vivir la
aventura que ella quería vivir, y entonces al final se encuentra no solamente
derrotada, sino también en una situación imposible, destruida socialmente,
destruida conyugalmente, y entonces ella qué hace: un gesto heroico. La irrealidad
la convierte en realidad. Esas cosas que sólo ocurren en las novelitas que leía
ella las convierte en realidad y se mata, es decir, muere heroicamente. Y en
última instancia, por qué muere: muere por la ficción, muere por el contraste
con la vida real, esa vida que nosotros imaginamos, que leemos, que escribimos,
que soñamos, que inventamos, para soportar el mundo real, para vivir el mundo
real. Creo que hay en la muerte de Madame Bovary un simbolismo que es como una
gran reivindicación de la ficción, de la importancia de la ficción en la vida.
No sé si Flaubert tuvo consciencia clara de que había ese simbolismo en el
personaje, pero creo que para un lector, sobre todo de nuestros días, eso
resulta muy evidente, y es una de las razones por las cuales, creo, esa
historia, que es una historia en última instancia bastante truculenta y
amorosa, tiene esa enorme significación y esa longevidad tan extraordinaria.
Barnes: -Sí, ella también tiene que
morir porque la mujer de la historia original, Delphine Delamare, de donde
Flaubert tomó la historia, también muerte. Ella también era la esposa de un
médico rural, también cometió adulterio, tenía debilidad por las cortinas
amarillas y por el despilfarro, y también se suicida. Digo esto para completar
todo lo que acaba de decir Mario, porque la novela no es sólo sobre el fracaso
del sueño romántico de Emma, sino que también es una novela sobre el dinero.
Ella también se suicida por las deudas, y el uso que hace Flaubert del dinero y
de las deudas en la novela es brillante. Es cierto, en todas las grandes
novelas de adulterio del siglo XIX, la mujer muere: en Madame Bovary , en Ana Karenina , en esa gran novela española
llamada La Regenta , y si no me equivoco también en Effi Briest , de Fontane, Effi Briest también
muere al final, y no es sino hasta una versión abreviada de Effi Briest que encontramos un adulterio que
se hace público, una pareja que se escapa y después vuelve al pueblo, y primero
todos les dan vuelta la cara, pero al final todos dicen: "Bueno, al fin y
al cabo no es para tanto", y son aceptados nuevamente en la comunidad.
Supongo que también responde a esa convención ficcional del drama francés, y
hay muchas obras de teatro donde el adulterio es castigado con la muerte.
Bueno, ya basta, mejor me callo.
Al
cabo de más de una hora de conversación entre Barnes y Vargas Llosa, aún
quedaron algunos minutos para responder una pregunta del público sobre la
célebre frase atribuida a Flaubert: "Madame Bovary soy yo".
Vargas
Llosa: - Creo que cualquier escritor diría lo mismo de un personaje
en el que ha volcado tanta pasión, tanta disciplina, tanto esfuerzo. Todo
escritor se identifica mucho con sus personajes y de alguna manera sus
personajes son el autor. En ese sentido la frase de Flaubert es una frase muy universal.
Barnes:
- Pienso que es cierto, y también que esa pregunta tiene
muchas respuestas. Una respuesta posible es que se trata de una ironía de un
Flaubert cansado de que le preguntaran... De hecho, no sabemos de dónde viene
esa cita. No está en las cartas, y nos llega de segunda o tercera mano, pero
aparentemente lo dijo, y si uno trata de imaginar las circunstancias en las que
lo dijo... A los escritores siempre nos ponen enfrente a personas que
supuestamente son el modelo original de nuestros personajes, y yo me imagino
que a Flaubert le preguntaban con insistencia: "¿Es ella?", "¿es
ella?", y Flaubert terminó contestando: "¡No, era yo! ¡Madame Bovary
soy yo!". Pero es cierto que en una famosa ocasión, cuando estaba de visita
en lo de George Sand, donde también estaba Turgeniev, al parecer Flaubert se
vistió de mujer e interpretó una especie de danza española, así que tal vez
hubiese algo de travesti en Flaubert.
Extracto de video:
http://www.youtube.com/watch?v=zSRotx5xxFU
Extracto de video:
http://www.youtube.com/watch?v=zSRotx5xxFU
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