30 noviembre 2010

Cyrano de Bergerac

Trato de leer las obras antes de ir al teatro. Ese no sucedió en Noviembre de 2010 con 39 escalones, Madre Coraje ni Medea; y sólo lo pude cumplir parcialmente con Cyrano de Bergerac. Es impresionante que en Lima podamos disfutar ya de buen tiempo a esta parte producciones que no tienen nada que envidiar a Buenos Aires (ciudad a la que siempre escucho aludir).

Pese a que en esta ocasión sólo pude hojear el libro días antes, de arranque me pregunté cómo Chela de Ferrari armaría el ambiente vivo, confuso, desordenado, de las tres primeras escenas. Estuve atento, pero la magia me subyugó y no llegué a descubrir del todo su carpintería.
 

La anécdota es harta conocida. Mi primer acercamiento fue de niño a través de la película protagonizada por José Ferrer, que ví entusiasmado junto a mi padre. En mi memoria siempre quedó como la mejor versión cinematográfica, inclusive por encima de la de Gérard Depardieu.

Cyrano de Bergerac es una obra romántica, pero por alguna razón cala mucho mejor que Las penas del joven Werther, que nunca llegó a impresionarme y, por supuesto, nunca entendí que provocara la ola de suicidos que se le atribuye. Ciertamente estamos ante un héroe vulnerable, con el cual no podemos dejar de simpatizar.

Escenas inolvidables: Cyrano, escondido entre las sombras, prestando su voz y sentimientos a Cristian (Acto III, Escena 3). La muerte de Cyrano.

La actuación de Paul Vega me haría pensar que es el actor clásico llamado a ser héroe (como en Las brujas de Salem), sino fuera porque lo ví en El hombre almohada y en Traición (Harold Pinter) en registros totalmente diferentes, siempre excepcional. Melania Urbina tiene un don, pues basta que aparezca para que todo el escenario relumbre. Miguel Iza es un actor que cumple extraordinariamente el difícil rol de equilibrar la obra, permitiendo el lucimiento de sus pares y, a veces, como al final, conmoviéndonos. Mención especial merece Anneliese Fiedler, que con apenas una mirada pasa de la dulzura a la sensualidad.

Cuando se trata de crítica teatral siempre es bueno recurrir a Alonso Alegría y a él me remito en su Cyrano convence y conmueve.

Y en lo que a mí se refiere, cómo me gustaría memorizar el largo pasaje que Paul Vega acomete en el Acto I, Escena 4:

VALVERT
¿Con que nadie? ¡Espera!
¡Voy a echarle una pulla que le hiera!
(Colocándose con fatuidad delante de Cyrano, que le observa atentamente.)
Tenéis una ... nariz ... muy grande.

CYRANO (Gravemente)
Mucho.

VALVERT
¡Ja, ja!

CYRANO (Imperturbable)
¿Y qué más?

VALVERT
Pero ...

CYRANO
Seguid: ya escucho. (Pausa)
Eso es muy corto, joven; yo os abono
que podíais varias bastante el tono.
Por ejemplo:
Agresivo: «Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara.»
Amistoso: «¿Se baña en vuestro vaso al beber, o un embudo usáis al caso.»
Descriptivo: «¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!»
Curioso: «¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja o de escritorio?»
Burlón: «¿Tanto a los pájaros amáis, que en el rostro una alcándara les dais?»
Brutal: «¿Podéis fumar sin que el vecino -¡Fuego en la chimenea!- grite?»
Fino: «Para colgar las capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros.»
Solícito: «Compradle una sombrilla: el sol ardiente su color mancilla.»
Previsor: «Tal nariz es un exceso: buscad a la cabeza contrapeso.»
Dramático: «Evitad riñas y enojos: si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo.»
Enfático: «¡Oh nariz!. .. ¿Qué vendaval te podría resfriar? Sólo el mistral.»
Pedantesco: «Aristófanes no cita más que a un ser sólo que con vos compita en ostentar nariz de tanto vuelo: El Hipocampelephantocamelo.»
Respetuoso: «Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano.»
Ingenuo: «¿De qué hazaña o qué portento en memoria, se alzó este monumento?»
Lisonjero: «Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra.»
Lírico: «¿Es una concha? ¿Sois tritón?»
Rústico: «¿Eso es nariz o es un melón?»
Militar: «Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz: ¡terrible ariete!»
Práctico: «¿La ponéis en lotería? ¡El premio gordo esa nariz sería!»
y finalmente, a Píramo imitando: «¡Malhadada nariz, que, perturbando del rostro de tu dueño la armonía, te sonroja tu propia villanía!»


Algo por el estilo me dijerais
si más letras e ingenio vos tuvierais;
mas veo que de ingenio, por la traza,
tenéis el que tendrá una calabaza
y ocho letras tan sólo, a lo que infiero:
las que forman el nombre: Majadero.
Sobre que, si a la faz de este concurso
me hubieseis dirigido tal discurso
e, ingenioso, estas flores dedicado,
ni una tan sólo hubierais terminado,
pues con más gracia yo me las repito
y que otro me las diga no permito.

Rostand, Edmond. Cyrano de Bergerac. Orbis - Fabrri, Barcelona, 1998 (289 páginas).

1 comentario:

  1. El teatro refrescando la vida....recreándola.
    Cyrano siempre conmueve....remece y estremece.
    Excelente reseña Dr. Terrones...y tiene razón, Lima no tiene nada que envidiarle a otras ciudades en tanto producciones teatrales.
    Cyrano de Bergerac también estuvo presente en mi periplo cultural....y llenó mi alma!!

    ResponderEliminar