03 enero 2011

Desgracia

El último día del 2010 pasé por libreria Crisol y me detuve a revisar algunos títulos, entre ellos, Mecanismos internos de Coetzee. Ojeándolo, encontré frases muy inteligentes para los autores estudiados. Me detuve un poco más en el ensayo dedicado a Joseph Roth y sus cuentos, que el sudafricano extiende a La marcha Radetzky, obra que leí allá por el 2004 cuando Mario Vargas Llosa la calificó como la mejor novela política (congreso internacional Las guerras de este mundo).
Me impresionaron tanto los ensayos literarios de Coetzee, que apenas regresé a casa busqué Desgracia, libro que seguramente llevaba siete años aguardando su lectura y con el cual he empezado el 2011.

Lo leí en apenas tres días (lo cual no es usual en mí), pues, pese a los temas que trata, el libro es ágil (inclusive el corazón galopando en algunas escenas). Por supuesto, también tiene pasajes largos y lentos, pero aún en esos momentos atrapa al lector. Últimamente, por uno u otro motivo, estoy leyendo novelas sobre cincuentones, una de ellas, la historia de David Lurie y su consciencia de (lo que el autor llama) la corriente del deseo y su carácter perentorio, mientras el mundo cambio a su alrededor:
"Habla de todas esas cosas a sus anchas. Es una granjera sin frontera, pero de nuevo cuño. En los viejos tiempos, ganado y maíz. Hoy día, perros y narcisos. Cuanto más cambian las cosas, más idénticas permanecen. La historia se repite, aunque con modestia. Tal vez la historia haya aprendido una lección (página 77)."
La frase, inevitablemente, recuerda a El Gatopardo de G.T. de Lampedusa, pero en degradación.

Encontré en internet un artículo interesante de Claudia Carbonell Fernández (Enero, 2004), pero, sin lugar a dudas, el mejor comentario corresponde al premio Nobel 2010, que dice lo siguiente:
"Magnífica novela concreta, escrita con perfecta austeridad y de un simbolismo amargo. Pero, aunque sin duda es o pretende ser una alegoría de lo que ocurre en África del Sur, la historia tiene carne y huesos por ella misma, y sus personajes existen en sus propios términos: lo que ocurre con el «héroe» no es excepcional, declina con la edad, fracasa, como fracasan todos los que lo rodean, con la excepción de los violadores, ladrones, que se salen con la suya y, presumiblemente, se quedarán al final con la granja (con el país).
Coetzee, John Maxwell. Desgracia. Mondadori, Buenos Aires, 2003 (páginas 256).
¿Restablece esto una justicia histórica? La conclusión de la historia parece ser: es estúpido creer que las injusticias del presente compensan las injusticias del pasado, pero no hay otro remedio, pues esto es lo que de todos modos ocurrirá. Este es un mundo injusto, cruel, y, a fin de cuentas, absurdo. Sin embargo, hay en él, algunas cosas que valen la pena: la poesía, la música, el refugio en la imaginación. Y los perros más sensibles y sensatos que los humanos. "

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