23 enero 2011

Rojo amanecer

En la mañana vi por internet el documental Tlatelolco: Las claves de la masacre. Realmente revelador. La infiltración de provocadores (Batallón Olimpia) en el mitin estudiantil desata una matanza cobarde.

Por la tarde fui a La chalina de la esperanza, que se expone en el centro Pancho Fierro (Municipalidad de Lima) . Ingresé con cierto prejuicio. Me habían comentado que la exposición era tendenciosa porque sólo mostraba la violencia militar. Cierto es que los testimonios que escuché los mencionan constantemente. Es necesario entender que, coloquialmente, ese término incluye los excesos del servicio de inteligencia. Por mi parte, hubiera preferido que las imágenes proyectadas en el ecran o colocadas en las paredes, a cargo de los organizadores, compensaran un poco más los testimonios. En todo caso, ver los tejidos, y en ellos los nombres (en algunas ocasiones, del mismo apellido, mostrando que los desaparecidos se trata de padres e hijos o hermanos) es sumamente conmovedor y termina convenciéndonos que la violencia, sea de donde provenga, debe ser repudiada.

Inmediatamente después me trasladé al otro lado de Lima para ver la película Rojo amanecer del director mexicano Jorge Fons (Veracruz, 1939), que trata de la citada matanza de Tlatelolco. Todo se desarrolla en el apartamento aledaño a la plaza donde se producen los sucesos. Se marca cierta diferencia entre los militares mexicanos y el Batallón Olimpia (¿cómo se llamaba la guardia pretoriana de Vladimir Montesinos en Perú? ¿Grupo Zeus? Qué gusto por lo griego).

El ambiente claustrofóbico encierra al espectador con los personajes de la película, obligándolo a escuchar las voces, gritos, rumores, disparos, pero sin verlos. Ello lo tuvo que hacer por falta de recursos económicos, y terminó resultando un gran logro, un gran logro que hace recordar La peste de Albert Camus. Una películamente sumamente fuerte y sencillamente magistral.

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