27 marzo 2012

Los Conquistadores

Desde China - Cantón, nacionalistas y comunistas manejan la gran huelga de 1925 que paralizó Hong Kong (dominada por los ingleses). Las fuerzas extremistas de ambos bandos desean y empujan hacia un conflicto armado. Otros sectores se rehúsan.


Los diálogos y la reuniones transmiten la tensión del momento. Ritmo nervioso, dirigentes grandilocuentes, conversaciones privadas llenas de dudas.

El personaje que más me gustó fue el terrorista Hong. Entre las páginas 127 y 138 lo vemos asesinando "burgueses", aunque sean "burgueses" que apoyen económicamente la causa. Todavía conversa con Garín, Jefe de Propaganda.
"-Cada asesinato acrecienta la confianza que tiene en sí mismo -dice Garín-, y poco a poco va tomando conciencia de lo que es en lo más profundo de su ser: un anarquista. La ruptura entre nosotros está próxima. ¡Mientras no se produzca demasiado pronto!" (p. 134)
La ruptura se dará más adelante (p. 174-175, 188).

Para mi vergüenza, sin embargo, debo decir que la novela no me atrapó como esperaba. La constante muda de narrador - personaje, sin colocar (por lo menos de vez en cuando) el nombre del interlocutor, perjudica la hilación de la conversación. Este recurso es válido. Mario Vargas Llosa lo llevó al paroxismo en Conversación en La Catedral, y uno no se pierde entre las múltiples voces que se cruzan. Lo cierto es que abandoné la novela del francés varias veces por los vívidos ensayos literarios de Coetzee, pero al final lo terminé.  En todo caso, para mi gusto, la tercera parte es lo mejor.

Remata el libro la Nota Final (1949), un ensayo exaltado sobre el arte, adelantando la idea de globalización:
"En fin, nació el cine. Y en este mismo momento quizás una mujer hindú llora al ver en Ana Karenina a una actriz sueca y a un director norteamericano expresar la idea que el ruso Tolstoi se hacía del amor..." (p. 217)

Malraux, André. Los Conquistadores. Editorial Argos Vergara, S.A., Barcelona, 1980, páginas 237.

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