15 julio 2012

El lenguaje de las sirenas

Cuando un lector o espectador se apersona a la obra de ficción, lo hace partiendo de un pacto tácito con el autor: Creer. Ya es bastante si durante la travesía éste no malgasta ese crédito.

Empero, cuando la obra contiene elementos sobrenaturales, el autor se juega el todo o nada. O le creemos en grado sumo o la obra se desbarata entre los objetos de utilería. Y para ello no hay fórmulas mágicas. Sabemos que Kafka trató al insecto como un hecho horroroso, vergonzante, pero normal. Cortázar permite, resignado, que los hermanos sean expulsados de la casa por una fuerza anónima. García Márquez se decidió a escribir su novela magna cuando entendió que debía contarla con la misma cara de palo que lo hacía su abuela. Pero este tratamiento no es único ni garantiza la eficacia del relato.


Mariana de Althaus opta por lo contrario. Estamos ante una sirena varada en la playa y todos los personaje y espectadores sabemos que eso, hasta hace unos momentos, era imposible. Pero, a lo largo de toda la obra, lo creeremos perfectamente factible. ¿Cómo lo consigue? ¿Será el despligue de humor, sobre todo al inicio, que como un bombardeo de playa derriba todas nuestras defensas emocionales antes de la súbita y determinante aparición? ¿Será que la autora sintonizó los pensamientos crematísticos y compasivos de los personajes con los espectadores (es decir, así nos hubiéramos comportado los asistentes ante esa situación)?

La ficción es exitosa cuando la realidad es abolida y, durante casi dos horas, vivimos otra vida, y Mariana de Althaus lo ha conseguido.

Tres comentarios adicionales, y están centrados en frases del personaje Paul.

La primera es cuando se refiere a las sirenas como personajes mitológicos, y ciertamente lo son. Pero no sé por qué (tal vez el contexto o el tono) esa realidad abolida regresó, pero por apenas unos segundos, porque nuevamente uno vuelve a entrar a la ficción. Esta experiencia, sin embargo, es netamente personal. Mi hija, que me acompañaba, no lo sintió así.

La segunda es (...).
POST: Modificado el 28.04.2013 con motivo de la publicación de Dramas de familia de Mariana de Althaus.

La tercera es cuando la voz en off (sus pensamientos) expresa "Hay días en los que uno debería quedarse en cama. Y sin embargo, sale con un puñal dispuesto a clavarlo en el corazón de la mala suerte". Por alguna razón lo vinculé a De vez en cuando la vida, por encontrarse precisamente en las antípodas a la canción serena y optimista de Serrat.

Finalmente, es interesante la relación entre la autora y la directora. Siendo la misma persona, el traslado del papel al escenario no es idéntico. ¿Es modificación o reinterpretación de su propio texto? Tema interesante que no había visto antes.

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