12 enero 2013

Criadero

Pocas veces se tiene la oportunidad de ver tres piezas de un mismo dramaturgo en el transcurso de apenas seis meses. Al Lenguaje de las sirenas siguió El Sistema Solar y ahora Criadero. No sé si fueron concebidas (no digo escritas) en ese orden, pero diera la impresión que la autora emprendió un viaje de lo social a lo familiar y de ahí a lo personal, y no nos extrañaría que su siguiente proyecto tuviera un carácter mayoritariamente íntimo.


Y digo mayoritariamente, porque, por ejemplo, en Criadero hay un énfasis en lo personal, pero envuelto en un contexto social y familiar, alcanzado momentos íntimos. Es decir, De Althaus navega en círculos concéntricos, subiendo y bajando los distintos niveles sin fractura alguna

"Aceptar la propuesta demencial de hacer una obra testimonial sobre su crianza y su maternidad, vencer el miedo a decir la verdad, enfrentarse al pasado y sus monstruos, volver a sacarle sangre a las heridas (...)", leí que se dice sobra la obra y es absolutamente cierto.

También leí un comentario elogioso de Alonso Alegría sobre la técnica utilizada por la autora. Espero volver a encontrarla para pegarla aquí.

Por mi parte solo puedo decir que nunca antes había recibido tanta información en una obra. Un aluvión de temas cae sobre el espectador, sin pausas, y los momentos de transición que existen en toda obra traen más temas o, debería decir, sub-temas, todas bajo el citado eje central.

¿Cómo se logra que todo eso no se convierta en una conferencia didáctica sobre la maternidad y la crianza? La forma en que los elementos son reunidos, distribuidos, amoldados y expuestos es lo que transforma la vida en arte, y De Althaus lo consigue a plenitud.

Hace una semanas (10.12.2012), Mariana De Althaus reproducía un comentario atribuido a Anton Chejov: "Estoy convenciendo cada más que no es cuestión de formas viejas o nuevas, sino de escribir sin pensar en ninguna forma, escribir porque fluye libremente el alma”.

Con todo respeto, eso no se lo creo a Chejov ni a De Althaus, a menos que ambos se refieran al lejano primer borrador, pero en realidad tanto el ruso como la peruana son eximios artífices de la forma, a tal punto que nos pueden hacer creer que lo que tenemos delante es la vida misma (sin procesos literarios de por medio).

A continuación, reproduzco otros comentarios:

“No cualquiera asume los riesgos que, según mi perspectiva, ha asumido Mariana de Althaus. (…)La obra requiere una mirada atenta, diligente. Sin embargo, una vez establecida la conexión espectador-actor, resulta difícil desapegarse de lo que se está contando en el escenario. (…) Por momentos uno ríe; se conmueve en algunos pasajes; pero, sobre todo, uno no puede evadir una reflexión, no sólo sobre lo que se ha visto sino, también, sobre uno mismo”
(Carlos Sotomayor, Diario Expreso)

“Criadero es una obra muy diferente a todo lo que se ve. Vale la pena. Conmueve, hace reír, enseña. No se la pierdan.”
(Alfonso Santisteban)

“Una experiencia que nos sacudió gracias a su fuerza terapéutica, a su carácter sincero y vital. Un documental rudo como una cesárea y amable como la lactancia.”
(Sandro Venturo)

“Inteligente, conmovedora, realista, divertida. Y sobre todo distinta.”
(Patricia del Río)

“Qué obra tan conmovedora, divertida, audaz...me removió hasta el alma”
(Morgana Vargas Llosa)

“Espectacular. Nos han hecho sorprendernos, llorar, reír, conmovernos, identificarnos, reflexionar acerca de nuestra condición de madres e hijas y sobre todo, individuos diferentes, únicos, especiales, con capacidad para sobreponernos a las adversidades y transformar lo que pudo ser una vida desgraciada en algo luminoso.”
(Roxana Valdivieso)

“Un espectáculo imperdible: por honesto y bien hecho, con un equilibrio entre intimidad expuesta y ficción escénica bien manejadas, al punto que las fronteras quedan borradas”
(Percy Encinas)

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